La vibración es el principio mediante el cual funciona el Universo. Todo lo que está manifestado, todo lo que existe, vibra, y todo está en continuo movimiento. La vibración también es un estado detectable que repercute en el observador evocando un sentimiento o una emoción.
La vibración surge por interacción entre ondas. Una onda es una perturbación que se propaga desde el punto en que se produjo a través del medio que rodea ese punto, y se difunde a través del espacio transportando energía. Esa vibración puede ser percibida como un aroma, un color, o un sonido.
El sonido es un fenómeno vibratorio, una energía oscilante que consiste en ondas sonoras que fluctúan fruto de la presión del aire, y son convertidas en ondas mecánicas en nuestro oído, y percibidas por nuestro cerebro. El sonido armoniza nuestra frecuencia personal, transporta nuestro espíritu hacia un estado diferente de conciencia, y es su poder transformador lo que le otorga su capacidad curativa.
Los cuencos tibetanos son unas vasijas metálicas forjadas de forma artesanal y compuestos por una aleación de siete metales: plata, oro, mercurio, estaño, plomo, cobre y hierro. Estos cuencos se utilizan de diversas formas: ritos ceremoniales, terapias de sanación a nivel físico y espiritual, en relajación, en meditación, etc.
Cuando un cuenco tibetano suena, se crean fuertes vibraciones que se propagan, removiendo y abriendo nuestra energía. La vibración del cuenco resuena con las de cada persona, con su vibración esencial, penetra a través del cuerpo y se expande por sus huesos, por sus fluidos, por sus órganos, por sus células, afectando tanto al cuerpo material como al sutil, creando un estado de unidad entre el cuenco y la persona. Cuando usamos cuencos tibetanos, estos vibran cerca del cuerpo humano con su misma frecuencia de resonancia, provocando la resonancia simpática, induciendo modificaciones, influyendo positivamente en el equilibrio del cuerpo humano, estimulando una frecuencia determinada, provocando que resuene de la misma forma, favoreciendo que el cuerpo se recupere y vibre en armonía.
Los cuencos tibetanos son ricos en sonidos armónicos. Cuando los golpeamos o los friccionamos producen un elenco de armónicos, una lluvia sonora de armonía para nuestro cuerpo físico, emocional, mental y espiritual. Al escucharlos, nuestro yo se pone a resonar con los armónicos, con múltiples frecuencias, de forma que todo nuestro organismo se establece en una vibración saludable y armoniosa por simpatía, por resonancia.
Valorando estas cualidades de los cuencos, podemos afirmar que su sonido y su vibración conmueven lo más profundo de nuestro ser, transfiriendo su poder transformador, accediendo a los niveles más profundos de nuestra esencia.
El sonido emitido por los cuencos tibetanos provoca la modificación de las ondas cerebrales y facilita el poder alcanzar estados de profunda relajación, calmando y serenando la mente, nos prepara para la meditación y nos ayuda en las visualizaciones creativas, ya que posibilita el encuentro con nuestro espacio interior, el más profundo y auténtico, algo que a veces no conseguimos de forma fácil valiéndonos simplemente de nuestra voluntad. Su sonido tiene la virtud de convertirse en un viaje rápido a otro estado, nos permite regresar hacia adentro (retornar a casa), resonar con nuestro yo superior, con la verdadera conciencia. De forma más específica, con los cuencos tibetanos se pueden hacer trabajos para equilibrar y armonizar los chakras, o inducir desbloqueos energéticos, entre otros.