Izu era un asceta que, renunciando a las riquezas del mundo y dedicado a encontrarse así mismo, se instaló con un cuenco de madera, una cuchara y una vieja túnica en las montañas de la cordillera de los himalayas. Allí, en una árida explanada, cerraba los ojos escuchando el canto de los pájaros, el sonido de los vientos y el rugír de las aguas de una cascada cercana. Así pasó meses, incluso años. En silencio escuchaba y meditaba las palabras invisibles de los elementos.
Cierto día, Izu, habiendo alcanzado un alto grado de concentración y llegando ala integración con todos los sonidos que le rodeaban, sintió que su corazón crecía en lo más profundo en su plexo solar. Sentía una presión que le era agradable pero dolorosa al mismo tiempo, tanto que, no pudiendo resistirlo, abrió la boca para gritar, más su garganta no emitíó sonido alguno. La presión seguía creciendo y cuando el dolor era casi insoportable vio frente a sí mismo un gran dragón amarillo que emergía de la tierra. Izu, paralizado por el miedo no se movío. El dragón lazó fuego sobre el cuenco de madera que Izu empleaba para beber y comer, llenándolo de un fluido dorado y convirtiéndolo en un recipiente de pulido metal.
Finalmente el Dragón le dijo a Izu: "Tú, eres la persona que mejor a sabido guardar en su interior los sonidos de la vida y la muerte del sonido y del amor, de la oscuridad y la luz. Por ello, en nombre de los dioses del conocimiento, te hago entrega de este objeto capaz de transmitir las sensaciones más increíbles, capaz de estremecer tu alma y también tu corazón".
Según cuenta la leyenda asi nacieron los cuencos tibetanos y, desde hace milenios han sido utilzados, como práctica habitual, en todos los monasterios del Tíbet, Nepal e India.
Toma una moneda de plata del resplandor de la Luna
Toma hierro de la lanza de Marte, el guerrero
Toma unas gotas de la esencia metálica líquida de Mercurio
Toma estaño del gigante Júpiter
Toma un poco de plomo de los anillos de Saturno, el Gran Maestro de Vida”.
“Fúndelos, y en honor a la Madre Tierra haz un cuenco con la capacidad de contener todo su Amor. De los regalos de la Pacha, toma una vara de madera y cuando esté todo listo, frota el cuenco con la vara... y tú, el Hombre y Todo el Universo serán re-creados!!!”
Sonido Padre-Madre, hálito de Vida: recorre el Universo hasta sus confines y sana a tu paso a todo aquello que atraviesas!!!”Así lo hizo el Gran Alquimista, y la Gran Obra fue hecha! Por centurias el Secreto fue guardado en las heladas mesetas del Tibet, custodiado por monjes silenciosos y discretos... hasta que de nuevo se oyó la voz que decía:
“Los Hombres han olvidado su Esencia y su Misión, y por ello han enfermado! Entrégales el regalo que te he dado, haz sonar los Cuencos guardados en el Tibet por el mundo entero! Enseña a tus discípulos a hacerles vibrar con sus Sonidos Sagrados, para que traigan Paz, Sanación y Amor al Planeta!”
También obedeció esta vez el Gran Alquimista, y por ello están ahora los cuencos sonando por toda la Tierra. Ahora los hombres aprenden a tocarlos, para recordar quiénes son, para sentirse nuevamente parte de ese Sonido-Vida; para ser sanados, para sanar y retomar este viaje de regreso al Origen.
Qué hermoso, gracias!
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